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DON MELCHOR LORO ÁLVAREZ
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Me cuenta, don Melchor Loro Álvarez, que empezó a bailar desde los 10 años como “ángel”, mientras don Víctor Chuye era el “capataz”. Eran aquellos tiempos en los que don Santiago era el cojuelo, don Augusto Ayala y don Francisco Loro (“Pancho Triste”) eran los “rabudos”, como se le llamaba entonces a los diablos. En aquellos gloriosos años cuando con Augusto Amaya hacía reír a grandes y chicos con su baile del “mono”; y don Adolfo Panta tomaba medidas de nuestras calles como “ingeniero”. Cuando don Alejandro Amaya y don Guadalupe Tume arrancaban sonrisas como “serranos” y don Manuel Morales era un singular “granchimbo”. Es decir, cuando todavía comían choclos don Emilio Ruiz, don Federico Morales, entre otros que ya bailan en la mansión celestial.
Estaba pensando en arrancarle una foto como tamalera, en vivo y en directo, mie

Días previos a la fiesta del patrón de Bernal, San Francisco de Asís estaba don Melchor junto a otros danzantes tomando chicha donde don Joaquín Chunga. Uno de ellos dijo “estamos hostigados de bailar siempre lo mismo ¿que más podemos sacar en la danza? Como enviada, en esos precisos instantes hace su aparición doña Eudelia Bernal (esposa de don Joaquín) con su canasta de pan. “La Eudelia está como para hacerla bailar”, dijo alguien. Como iluminados se miraron entre sí y decidieron que esa iba a ser la otra integrante de la danza. “No me acuerdo por qué no sacamos una panadera y nos decidimos por una negra tamalera. Como yo era gordo, casi como doña Eudelia, dijeron, Melchor será la tamalera”, recuerda sonriendo. Inmediatamente mandaron a elaborar la máscara a las artísticas y expertas manos de don José Toribio Ayala, que vivía cerca al estadio Alianza. “Esas eran unas preciosas máscaras, las de hoy ya no son iguales”, me dice y yo lo compruebo pues aún conserva su máscara que le hiciera

Luego de esta evocadora charla me despido llevándome un tesoro: unas fotos suyas como "tamalera". Lo convencí a disfrazarse y, sin música, bailó mientras mi cámara disparaba flashes para perpetuar el momento. Comprobé que sigue bailando admirablemente. (Jorge Luis Tume Quiroga)