UN PINTOR SILENCIOSO

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JUAN TUME CHUNGA
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Lo esperé cerca de una hora en “El alto de la paloma” de Bernal. Esta conversación la habíamos pactado en Trujillo un año antes y se había postergado por múltiples razones. Días antes había preguntado a sus amigos y nadie daba razón de él. “Él no usa celular, no se moderniza”, me respondió uno de sus amigos al indagar por un medio que me permita ubicarlo. Cuando ya estaba por volver a mi casa, decepcionado pues me regresaba a Trujillo, lo vi descender de una mototaxi, con la misma imagen que lo conocí: camisa celeste manga larga y un gran sobre bajo el brazo.
Unas horas antes había estado en Sechura donde la parroquia regenta una pinacoteca atiborrada de cuadros de los mejores pintores piuranos. Ahí existen dos cuadros cubistas suyos, con imágenes de mujeres elaborando la chicha. “Esos son cuadros antiguos, ahora mis figuras son más simplificadas”, me dice a modo de explicación.
Juan Tume Chunga es un pintor que desarrolla su arte casi en silencio. Acostumbrados a verlo cotidianamente, estoy seguro que la mayoría de sus paisanos no saben que ese hombre pausado es un prestigioso pintor, un hombre que no sabe hacer otra cosa que ponerle color a sus sueños y al alma de su pueblo.
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Hijo de José Tume Álvarez y Tomasa Chunga Ayala, nació el 26 de junio de 1946, en Bernal (Sechura, Piura). Lleva el arte en la sangre. De niño dibujaba, a carboncillo, retratos familiares. En la escuela creían que sus dibujos se los hacía su tío Eduardo Chunga, Chota, otro dibujante. “Era al revés”, me dice y se ríe. Cierta vez dibujó a su abuelo Manuel Chunga Loro. Cuando éste vio el dibujo creyó que el autor era Chota. Al enterarse que había sido Juan le dijo: “tú me vas a heredar”. “Yo pensé que me iba a regalar sus tierras”, suelta otra vez la risa. Pero no, su abuelo le confesó que él también pintaba. Cierto día se puso a rebuscar en un estante lleno de libros y encontró una carpeta con dibujos, perteneciente a su abuelo. “De ahí me viene la vocación”, me dice y sus ojos brillan con la luz de la gratitud.
Cuando terminó su secundaria le contó a su abuelo que había un concurso en la Escuela de Bellas Artes de Piura. El viejo ordenó que le dieran una buena propina para ir al concurso. Ocupó el primer puesto. Esto permitió que en 1960 empiece a estudiar, becado. Luego se trasladó a Lima para perfeccionarse. Su gran amigo, el pintor cataquense Félix Rebolledo lo presentó ante el director de la Escuela Superior de Bellas Artes de Lima, don Manuel Ugarte Eléspuru. Juan le mostró sus diplomas de primer puesto logrados en Piura y fue admitido. Me cuenta que Félix (quien después moriría asesinado por el ejército en El frontón) influyó para definir su estilo, pues pintaban juntos.
Empezó pintando costumbrismo. Su primer cuadro, siendo aún estudiante, fue la imagen del Señor de los Milagros para el Templo San Francisco de Asís, en 1962. Cuando adquirieron otra imagen, él pidió que donasen la suya a un templo que no la tenga. Hoy está en el Templo de Onza de Oro.
“La pintura manifiesta el carácter y el espíritu de cada pintor, define sus sentimientos, su manera de pensar. Todo se refleja, desde el dibujo hasta los colores”, me dice y entonces concluyo que Juan es un hombre alegre pues así lo demuestran sus pinturas, plenas de colorido. “Yo aprovecho el medio que me rodea para volcarlo en mis cuadros. Bernal está siempre en mi pintura”. Varias veces lo han querido llevar a otros sitios. Últimamente ha recibido la propuesta de sus amigos de República Dominicana. “Tú puedes venirte, eres soltero”, le dicen. “Un momentito, soy padre soltero, que es muy diferente”, responde él. Efectivamente, Juan tiene tres hijos y siete nietos, quienes viven en Puerto Pizarro. Aunque ninguno de sus hijos le ha seguido los pasos, tiene un nieto que pinta. “Pero aún estando en el extranjero pintaré motivos de mi Bernal. Es mi niñez, es mi vida”, dice con mucha convicción. Yo le creo, porque cuando indago por un cuadro que le tenga un cariño especial me dice que es un abstracto inspirado en la danza Los Garibaldis. “Fue una inspiración especial, ya no habrá otro momento igual”, suspira este admirador de Miguel Ángel, Rembrandt, Van Gogh, Guayasamín y Szyszlo.

“Yo te conocía como un pintor de retratos”, le confieso. Me cuenta que por mucho tiempo se dedicó solo a eso. Pero lo considera una pintura comercial. Debido a la gran demanda de retratos, ganaba mucho dinero, “cuatro veces más que el director de Bellas Artes”. Ahora reflexiona que eso estuvo mal porque como pintor se estancó un poco. “La pintura no me ha dado satisfacciones económicas sino espirituales, que es lo más importante”, sostiene. Hasta que un buen día se alejó del retrato y de sus amigos y se refugió en Bernal. Pensaban que se había dedicado a la agricultura, pero él seguía pintando. Aunque todavía hace retratos, lo suyo es pintar libremente.
Sus pinturas están desperdigadas por el Perú y el extranjero. Tiene cuadros en Alemania, España, Estados Unidos, etc., pero la mayoría están en Ecuador, país donde ha realizado exposiciones y pintado un tiempo. “En el Perú no se valora la pintura, en el extranjero es bien pagada”, me dice casi con amargura. Últimamente le han hecho un fuerte pedido de retratos para República Dominicana: 60 retratos al mes. Los hará en diez días para utilizar el resto de tiempo en crear. Recuerda que su primer cuadro que salió al extranjero fue a Alemania. Se lo encargó una señora. Ya estaba casi terminado aunque faltaban algunos retoques. Un día antes de que se cumpla el plazo para entregar el trabajo, se puso a tomar unos tragos. Bebía, pero se acordaba del cuadro. Al final se entregó por completo a la jarana. Llegó de noche a su casa y se fue a dormir. Todavía era de madrugada cuando despertó. Con mucha preocupación, decidió levantarse a terminar el cuadro y ver la forma rápida de secarlo. Fue hacia el cuadro y, con mucha sorpresa, lo encontró terminado e impecable. Su mamá, que lo había seguido, le dijo: “Loco, ¿no te acuerdas que anoche viniste borracho y te pusiste a pintar?”.


Y es que a Juan le gusta la bohemia, que aunque parezca mentira le ayuda a encontrar temas para su pintura. “Para pintar hay que meterse en el espíritu de la gente”, afirma. La bohemia le otorga un carácter festivo y le ha llevado a vivir una serie de experiencias, como aquella vez en un restaurante donde trabajaba una señorita de quien se sentía atraído. Estaba junto al alcalde de San Cristo y el gran pintor Engelberto Ramírez, también de San Cristo. En un momento de la reunión el alcalde preguntó: “¿Y cómo me demuestran que son buenos pintores?”. “Usted dirá”, contestó uno de ellos. “Oye Juan, yo veo que le haces muchos quecos a la flaca”, le lanzó el alcalde. “¿Cojudo y qué crees que yo voy a venir a invitarte por las puras?”, contestó él y soltaron las carcajadas. “Llama a la flaca y dile que los dos pintores estamos enamorados de ella, a ver qué dice”, planteó Juan. El alcalde llamó a la muchacha, narró lo acordado y, para sorpresa de los amigos, ella pidió que la dibujen para demostrar quién era el mejor. El jurado sería el alcalde. “Al que gana le voy a dar algo”, dijo ella, coquetamente. “Yo quiero un beso”, dijo el negro Ramírez. “Yo me contento con una sonrisa, porque después me vas a dar un beso y de repente me sigues hasta Bernal”, dijo Juan. Sentaron frente a ellos a la muchacha, Ramírez pidió un lápiz y Juan usó su lapicero, a sabiendas que no podía fallar. Al concluir, el alcalde dio por ganador a Juan. Pasó un rato y la muchacha no decía nada. “Oye, estoy esperando mi premio, ¿qué pasó?”, preguntó Juan. “No, mejor les voy a poner un piqueo”, contestó ella y los amigos rieron por la ocurrencia.
Actualmente Juan tiene un sueño. Como la mayoría de alumnos de Bellas Artes son del Bajo Piura, se va a unir con los pintores de Bernal para pedir una filial de esta escuela. Espera que las autoridades apoyen, pues nunca le han dado importancia a la pintura. Cuenta que cierta vez invitaron a pintores de Piura para una exposición y homenaje, en Bernal. Él pasaba de casualidad por el lugar del evento y se encontró con su amigo, el pintor Vise. “¿Que te has perdido?”, le soltó a manera de broma. “¿Qué, no te han invitado a esta actividad?”, retrucó Vise. “Yo no sé nada, no me han invitado”, respondió Juan. “¿Qué pasará? Para ellos no seré destacado, seguro”, cavila ahora, con nostalgia.
Por las noches Juan se acuesta y piensa en lo que va a plasmar en el lienzo. Al siguiente día hace trazos, mancha y pinta. Usa la espátula para casi todos sus cuadros. Ha dejado el pincel, salvo para algún retrato. ¿Por qué?, hago la pregunta y luego me arrepiento. Él me responde que la espátula le da una carga especial al cuadro, le otorga la gama. Esa gama que hace de Juan un pintor extraordinario. Esa gama de colores que dejo fulgurando en su pequeña casa-dormitorio-taller y me convencen de que es hora que Bernal lo valore en su real dimensión y le rinda el homenaje que le debe… que te debemos, estimado Juan. (Jorge Luis Tume Quiroga).

TEODOMIRO Y SU AMOR AL ARTE

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LOS GARIBALDITOS
Herederos del alma de Bernal

Valorar y difundir nuestro folklore es aportar a la identidad nacional, tan urgente en estos tiempos de capitalismo salvaje, que nos orienta hacia el individualismo y a la ideología del consumismo.
Por eso saludamos la iniciativa de Salomón Teodomiro Tume Pingo, quien demostrando que ha nacido para el arte, hoy está forjando una cantera de futuros ciudadanos comprometidos con el mantenimiento de nuestras costumbres y tradiciones.
Se trata de su arduo trabajo al frente de la Danza Folklórica “Los Garibalditos”, quienes desde el 24 de diciembre del 2008, vienen alegrando la vida a Bernal y a los pueblos aledaños, con su peculiar estilo de baile y música.
“Los Garibalditos” es la versión infantil de nuestra majestuosa danza “Los Garibaldis” – patrimonio de nuestro pueblo y de toda la región – y es impresionante ver cómo nuestros niños interpretan las coreografías de todos los personajes con maestría y entusiasmo. Personajes como el Capataz, el Ángel, los Serranos, los Diablos, la Cocaleca, la Tamalera, el Torito, el Cazador, el Gallinazo, el Negro Paiteño, el Granchimbo, el Negro Escobero, el Mono y el Tigre, son el deleite de grandes y chicos.
Nuestro efusivo saludo a esta Danza, que nos demuestra, una vez más, que el alma de nuestro pueblo es indestructible.


El capataz y el ángel

Los serranos

El torito acechado por el gallinazo

Los diablos

Los Garibalditos en pleno

Ellos son los herederos

ASÍ NACIÓ LA TAMALERA

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DON MELCHOR LORO ÁLVAREZ
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Lo encuentro fuerte como un algarrobo, como si sus 73 años estuvieran detenidos desde cuando lo conocí bailando la tamalera. Me gustaba observarlo pues quería imitar su peculiar estilo, para luego jugar a la danza los Garibaldis, dirigido por mi ahora compadre Alejandro Tume Juárez. Yo era la tamalera y bailábamos en una casa abandonada de mi barrio sur. Entonces éramos niños y Jano nos reunía a varios, elaboraba o compraba las máscaras y haciendo de único músico nos hacía bailar con conmovedora alegría.
Me cuenta, don Melchor Loro Álvarez, que empezó a bailar desde los 10 años como “ángel”, mientras don Víctor Chuye era el “capataz”. Eran aquellos tiempos en los que don Santiago era el cojuelo, don Augusto Ayala y don Francisco Loro (“Pancho Triste”) eran los “rabudos”, como se le llamaba entonces a los diablos. En aquellos gloriosos años cuando con Augusto Amaya hacía reír a grandes y chicos con su baile del “mono”; y don Adolfo Panta tomaba medidas de nuestras calles como “ingeniero”. Cuando don Alejandro Amaya y don Guadalupe Tume arrancaban sonrisas como “serranos” y don Manuel Morales era un singular “granchimbo”. Es decir, cuando todavía comían choclos don Emilio Ruiz, don Federico Morales, entre otros que ya bailan en la mansión celestial.
Estaba pensando en arrancarle una foto como tamalera, en vivo y en directo, mientras él suspiraba recordando que antes los mayordomos buscaban su mayoral y éstos mandaban a hacer la ropa de su danzante. Y que no permitían ser reconocidos por la gente por lo que tomaban chicha con una cañita o carrizo. “En esos tiempos no había cerveza y se tomaba cola Cassinelli”, recuerda. Pero también está preocupado porque ahora ya no se usan los cascabeles, cuando este era un sello característico de la danza.
Días previos a la fiesta del patrón de Bernal, San Francisco de Asís estaba don Melchor junto a otros danzantes tomando chicha donde don Joaquín Chunga. Uno de ellos dijo “estamos hostigados de bailar siempre lo mismo ¿que más podemos sacar en la danza? Como enviada, en esos precisos instantes hace su aparición doña Eudelia Bernal (esposa de don Joaquín) con su canasta de pan. “La Eudelia está como para hacerla bailar”, dijo alguien. Como iluminados se miraron entre sí y decidieron que esa iba a ser la otra integrante de la danza. “No me acuerdo por qué no sacamos una panadera y nos decidimos por una negra tamalera. Como yo era gordo, casi como doña Eudelia, dijeron, Melchor será la tamalera”, recuerda sonriendo. Inmediatamente mandaron a elaborar la máscara a las artísticas y expertas manos de don José Toribio Ayala, que vivía cerca al estadio Alianza. “Esas eran unas preciosas máscaras, las de hoy ya no son iguales”, me dice y yo lo compruebo pues aún conserva su máscara que le hiciera don Toribio.
Luego de esta evocadora charla me despido llevándome un tesoro: unas fotos suyas como "tamalera". Lo convencí a disfrazarse y, sin música, bailó mientras mi cámara disparaba flashes para perpetuar el momento. Comprobé que sigue bailando admirablemente. (Jorge Luis Tume Quiroga)

ERES SÍMBOLO FOLCKLÓRICO DEL CARNAVAL

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DON EULOGIO TUME AYALA
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Algunos se preguntarán: ¿por qué Bernal es Capital del Carnaval? Algunos más envidiosos tratarán por todos los medios de anular esta distinción ganada legítimamente. Ojalá te conocieran, viejo amigo, para que con tu forma tan amena de conversar, los envuelvas en la evocación jubilosa del carnaval. “No… ni hablar”, les dijeras. Les contarías lo que me contaste en plena fiesta del Carnaval. Les contarías que eres “yuncero” desde 1962, desde aquellos tiempos en que primero se paraba los yunces en la casa del primer mayordomo para luego desenterrarlo y recién llevarlo a su sitio principal. Seguramente les dirías, con tu sonrisa de viejo apacible, que el carnaval, desde antes, fue lindo en Bernal, incluso más alegre cuando no había orquestas.
Yo lo respeto mucho don Eulogio, Símbolo Folclórico del Carnaval. Usted ni se imagina quién le asignó ese bien ganado título honorífico. Si lo supiera, seguramente que riéndose dijera: “es la fiesta pues, todo se perdona”. Y yo estoy seguro que es la fiesta más esperada por su vetusta existencia. En cada baile que usted da, creo observar esa alegría que sentía, muchos años atrás, cuando se visitaba a todos los mayordomos. Cuando todas las bandas del carnaval entraban a las cinco de la tarde. Cuando todavía se usaban las “serpentinas de 1 cm. de ancho por 100 de largo”. Cuando la situación económica permitía jugar con suaves y aromáticos talcos. Cuando todavía se adornaba con cañas de fruta al Yunce. Cuando, en cada visita, se recibía una brazada de cerveza. O simplemente confirmo lo que me dijo: “yo respeto bastante a San Chabaquito. Tres veces me he querido retirar y San Chabaquito me ha castigado. Más caro ha sido el gasto que mi cuota”.
La verdad que yo también gozo con el carnaval de Bernal, el mejor del Perú. Es impresionante gozar cuatro días con cinco bandas de músicos, de Trujillo y Lambayeque todas ellas. Es indescriptible, sobre todo para los que vivimos lejos del terruño, saboreando el estofado de res, cabrito, caldo de gallina, caldo de carnero y asentándolo con la rica chicha y cervezas bien heladas. Es grandioso tomar un suculento caldo de gallina, a las 12 de la noche, al aire libre, en plena retreta de cinco Bandas. Nadie, que no haya vivido esta fiesta, pensaría que las orquestas más caras del Perú tocan gratis y al aire libre. Siento orgullo saber que Bernal es de los pocos pueblos que todavía lee el testamento del Ño Carnavalón. Es increíble que nadie se quede sin gozar del carnaval, incluso los que no son mayordomos, o los visitantes, que gozan en fraternidad sin gastar un solo centavo, aunque les parezca un sueño y se queden prendados para siempre de este pueblo. ¿Todavía siguen preguntando por qué mi tierra es Capital del Carnaval? No hay derecho don Eulogio.
Algo que quería decirte es que cualquiera pensaría que lo que se dice de ti en el testamento del “Ño Carnavalón” es mentira. Nadie creería que tengo grabada tu voz contándome que tienes 46 años de licenciado, habiendo ingresado a tu querido ejército un lunes 3 de enero de 1960; que tu fusil fue el 2151 y que perteneciste al Batallón Salaverry. Todos se carcajean, pero pocos saben de tu buena memoria que se acuerda de todas las fechas y episodios.
Yo sé que sufres cuando llega el día jueves. Te alegras un momento por el testamento, pero sé que cuando venimos de quemar el “Ño Carnavalón”, bailando la última marinera, sufres por dentro. Debes acordarte seguramente que este año, como tu Banda se iba temprano, no se había programado merienda y me dijiste: “¿Koky, ahí quedó todo?”. “Si viejo, ahí quedó todo”, te dije dentro de mí con tu misma tristeza. Creo que por esta tristeza general, tu sobrino Checo plantea que se celebre el medio año del Carnaval.Ojalá lo tengamos muchos más carnavales con nosotros, don Eulogio, para que nos siga alegrando el alma, no sólo con su baile picaresco, con su costumbre de andar dos pañuelos en carnavales, con su clásico “señorita no se vaya a molestar, más tarde voy a ponerle su talquito”, sino simplemente silbando, tan finito como nadie, “La celosa”, esa marinera que tanto le gusta y que la tocaban los hermanos Manuel y Julio López en tu “Sin Rival Yunce de la Esquina”.
Gracias por alegrarme el alma viejo amigo. Gracias porque cuando se vaya, usted y nuestros padres, nos dejarán como herencia el carnaval. (Jorge Luis Tume Quiroga)